La Inmaculada Concepción: un legado histórico, cultural y religioso en Guatemala

La devoción a la Inmaculada Concepción tiene profundas raíces en la historia de Guatemala, marcando siglos de tradición y fe desde la llegada de los franciscanos en el siglo XIV. Este fervor mariano, instituido por la orden franciscana, no solo transformó la espiritualidad del Reino de Guatemala, sino que también dejó un legado cultural tangible, siendo el rezado de la Inmaculada uno de los ejemplos más destacados.

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La festividad tiene sus orígenes en 1617, cuando María Inmaculada fue declarada patrona tutelar de la ciudad, celebrándose con procesiones, cantos y liturgia. En 1854, el dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado oficialmente por el papa Pío IX mediante la bula Ineffabilis Deus.

La venerada imagen de la Inmaculada, conocida como Nuestra Señora de los Pobres o Virgen de los Reyes, llegó al país a finales del siglo XVI, traída desde España por fray Antonio Tineo. Esta talla de vestir, con elementos barrocos y una simbología apocalíptica representada en la luna bajo sus pies y las estrellas sobre su cabeza, refleja la majestuosidad artística de la época. En 1954, el papa Pío XII coronó pontificalmente la imagen, consolidando su importancia espiritual para Guatemala.

En la actualidad, el rezado de la Inmaculada, declarado Patrimonio Cultural Intangible de la Nación en 2012, recorre barrios emblemáticos de la Nueva Guatemala de La Asunción, reviviendo las procesiones realizadas en Santiago de los Caballeros antes de los terremotos de 1773. El cortejo se inicia con el tradicional alabado Pues concebida, seguido del son Las tortugas, un preámbulo festivo que conecta esta celebración con la llegada de la Navidad.